miércoles, 18 de septiembre de 2013

Cuidado con «la fe del débil»

Todos sabemos que la enseñanza de la Iglesia, a todos los niveles, ha cambiado en el pasado, cambia de manera habitual, y seguirá cambiando. Incluso el dogma, si no cambia en su formulación, naturalmente, y si hay siempre una identidad básica que se mantiene, sí que va cambiando en los acentos y perspectivas con los que es recibido en cada generación... ¡basta pensar en cómo entendían hace un siglo y cómo entendemos ahora el dogma de la Inspiración divina de la Biblia!

Esta realidad, ¡y hasta necesidad! del cambio en todos los aspectos de la vida de la Iglesia (instituida, en definitiva, en bien de unos hombres históricos, y no para mirarse a sí misma al espejo y ver que no le han salido arrugas), aparece ingenuamente  (¿sí? ¿ingenuamente?) negada en algunos medios católicos, no ya en los fijistas de siempre, sino en algunos que harían mucho bien acompañando a la Iglesia con discernimiento, y ayudando a los suyos a discernir lo que puede cambiar mucho, lo que puede cambiar poco, y lo que sería bueno que no cambiara, en vez de mantener una actitud defensiva e inmovilista.

Cuando la última sede vacante, recuerdo que leí en el blog de un sacerdote la lista de las "diez cosas que el próximo Papa no puede cambiar", y naturalmente se citaban allí cuestiones heterogéneas, como la defensa de la vida desde la concepción, el uso de medios anticonceptivos artificiales, el reconocimiento de las uniones homosexuales, la comunión de los divorciados con nueva unión, el celibato sacerdotal, etc... que algunos creen que por unificarlos todos bajo el lema de "defensa cristiana de la familia" ya se convierten en cuestiones intrínsecamente unidas.

Le escribí en ese momento al sacerdote del blog pidiéndole que fuera un poco más prudente en cuanto a la catalogación magisterial que daba a esas cuestiones, porque si bien había allí algunas cuestiones que tenían que ver con principios inmutables (la vida desde la concepción, por ejemplo), otras son puramente positivas (el celibato) o que obedecen más a principios pastorales (muy mudables) que a "verdades intemporales". Demás está decir que casi me tildó de hereje por sugerir que el próximo Papa bien podría revisar la pastoral de acogida a los divorciados con nueva unión.

El momento, sin embargo, está cerca -afortunadamente, o mejor dicho, a Dios gracias-; no es difícil augurar que dentro de poco se dará estatus oficial a lo que es ya una práctica pastoral muy frecuente: la acogida en la comunión eucarística de los católicos en uniones matrimoniales irregulares. Por mi parte, bienvenido sea, la situación me parece injusta y absurda, y no porque la comunión sea ningún "derecho" sino porque se niega uno de los auxilios de gracia más fundamentales a quienes más lo necesitan.

De todos modos, el tema central no es este, de hecho, aun no ha ocurrido esa acogida oficial, así que bien puede ocurrir o no ocurrir, y si ocurre, unos quedarán conformes, y otros disconformes, como es lógico y normal.

El tema central es, ¿qué pasará con ese público católico poco formado al que medios católicos imprudentes, autoungidos con una autoridad magisterial que no poseen, le han machacado durante años con que la Iglesia no podía cambiar lo que de hecho sí puede cambiar, y es más que probable que cambie (el del matrimonio y otros ejemplos son posibles)?

En lo que llevo escribiendo por internet (desde 1995, creo) he tenido que escuchar muchas veces -no sin cierto dejo de reproche- que hay que tener cuidado con lo que uno escribe sobre la fe, que hay que cuidar la fe del débil, etc etc etc... Mayormente, estas "advertencias" vienen de gente muy maximalista en cuestiones de Magisterio, ¿acaso se puede decir que enseñarle a la gente que no cambia ni puede cambiar, lo que sí cambia y está cambiando, y va a seguir cambiando, es cuidar la fe del débil? ¿se ha cuidado la fe del débil haciéndole pasar por dogmático lo que es pastoral, por ejemplo?

Hasta hoy hay un medio muy conocido que pide la cabeza (y no estoy seguro de que sea metáfora, pero al menos no es metáfora que piden la mitra) de todos los obispos que están de acuerdo con admitir una unión civil homosexual si no se llama "matrimonio" (¡postura que, según se dice, mantenía el propio Papa actual siendo obispo de su diócesis!). Yo entiendo que se pueda estar o no de acuerdo con esa solución -entre los laicistas más acérrimos y los integristas hay muchísimos grados, y es bueno que los haya-, pero lo que no puede ocurrir es que se le venda al lector que eso es una cuestión dogmática, cuando sencillamente no lo es.

Proteger la fe del débil es, fundamentalmente, decirle la verdad.


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