martes, 15 de abril de 2014

De diálogo

El obispo auxiliar de Madrid, Mons. Juan Antonio Martínez Camino ha advertido que en España, el diálogo público sobre cuestiones como la defensa legal de toda la vida, la defensa jurídica del matrimonio o la educación de los hijos «no ha sido profundo ni amplio».
Según ha señalado Martínez Camino, encargado del prefacio de la obra del Patriarca de Moscú,«el patriarca Cirilo propone insistentemente el diálogo» y destaca que «es necesario que las instituciones encargadas de velar por los derechos humanos no sucumban a la ideología antropocentrista». (de aquí)
Hasta la advertencia lo sigo. Efectivamente, si algo está caracterizando las relaciones públicas entre los distintos pensamientos en torno a cuestiones centrales como la vida y la familia  (y diría que no sólo en España, sino en todo Occidente) es la falta de diálogo.
Ahora bien, llegamos al segundo párrafo: "es necesario que las instituciones encargadas de velar por los derechos humanos no sucumban a la ideología antropocentrista". A mí me da la impresión de que eso quiere decir: "el que no piensa como yo ha sucumbido a la ideología [la-que-sea, que etiquetas tenemos para dar y regalar]"
Lo cual puede ser cierto, pero es un mal punto de partida para invitar al diálogo. Una invitación al diálogo sólo tiene sentido si uno parte de la base de que lo que el otro dice tiene sus razones (para él) y su seriedad (para él), aunque para mí pueda ser una tontería, una falsedad o un error, o cualquier otra cosa.

Ah, es que aquí no se trataba de analizar lo poco dialogantes que somos nosotros, y nuestra propia cerrazón, sino denunciar proféticamente lo poco dialogantes que son ellos.
Disculpe Mons. Camino, me equivoqué, pensé que realmente estaba preocupado por la falta de diálogo público en torno a las cuestiones centrales de la vida y la familia.

***

Se supone que nosotros somos la Iglesia, se supone que nosotros tenemos experiencia de Dios, se supone que nosotros no sucumbimos a ideologías que nos cierran en nosotros mismos. Con todo eso supuesto, creo que el único modo que tenemos de recuperar diálogo con el mundo es abrir ese diálogo unilateralmente, no esperar la disposición previa del mundo. En suma: tener con el mundo los mismos sentimientos que Cristo tiene para con nosotros.

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