viernes, 29 de agosto de 2014

Una cosa que me gusta de Francisco...

...es que hable tan sencillo, que tenga bien definido a qué público quiere hablar y sepa cómo hacerlo. Dice cosas mucho menos "rompedoras" que lo que los medios le atribuyen, pero incluso eso, el hecho de que los medios lo vean como un papa "rompedor" es algo muy bueno, ayuda a llamar la atención sobre sus palabras, y a que gente que normalente no se detendría a escuchar al papa, lo haga... ¡y le entienda!
Cuando el papa Benedicto XVI en su encíclica "Deus Caritas est" (nn. 3ss) puso al "agape" en serie con el "eros", mostrando que no hay una total ruptura, sino una continuidad dialéctica, fue mucho más "rompedor" que cualquier catequesis de Francisco... y es curioso que los medios críticos con el papado no le hayan sacado chispas. Pero de lo que sí podemos estar seguros es de que muy pocos entendieron en el momento de qué estaba hablando.
Por supuesto, no significa que una palabra es "más buena" cuando llega inmediatamente, y es "menos buena" si es intelectual, difícil o alambicada... ¡justo yo, incapaz de hablar en sencillo, no diría eso nunca! Una palabra es buena en la medida en que es verdadera, independientemente de si es sencilla o complicada, rompedora o tradicional. A salvo eso, lo de Benedicto tardará mucho en llegar, se habrá perdido la memoria de su pontificado y los teólogos seguirán "haciendo descender" la doctrina de la continuidad tensa entre eros y agape a formulaciones más elementales y "prácticas", mientras que lo que dice Francisco provoca otra clase de efecto, más inmediato, y tan necesario como el "efecto teológico".

Todos necesitamos que se nos hable personalmente, no basta con que nos digan que Dios dijo tal o cual cosa, necesitamos más bien sentir que Dios se dirige a nosotros, y para eso estableció él mismo las mediaciones sensibles. Si nunca sentimos que la Iglesia es ella misma el Dios que habla a cada uno en su lenguaje, entonces la Iglesia no sirve para nada.
Le tocó el turno al lenguaje sencillo, al que no le toca casi nunca, al lenguaje poco "técnico", que parece incluso "descuidado", pero también al lenguaje de problemas religiosos de todos los días, el chismerío, el arribismo, el parroquialismo cerrado... Jesús ha querido ahora pasar de la casa del fariseo cultivado, con quien discute en lenguaje de teólogos, a la casa de Zaqueo, a quien le dice "hoy ha llegado la salvación a esta casa", y esa palabra le perfora el corazón.
Una frase marginal de la entrevista en el avión al regreso de Corea no parece haber llamado mucho la atención de los blogs católicos, pero es toda una novedad: "Yo no soy teólogo". Y no se limita a decirlo: en el curso de la entrevista, frente a una pregunta sobre Mons. Romero, dice que la cuestión en sí debe ser estudiada por los teólogos, pero "piensa que..."; incluso sin ninguna clase de problemas reconoce que "su" próxima encíclica la están redactando gente competente en ello, precisamente porque no es la charlita del avión, sino un texto de Magisterio. Francisco siente (creo yo) muy hondamente que él no es teólogo, y actúa como tal.
Eso es magnífico: ¡hemos sobrecargado a lo largo de la historia al papado con tantas cosas! entre ellas con la responsabilidad de ser teólogo, y es más: de ser un gran teólogo. Y así como en otras ocasiones el papado se desprendió de la tiara, de la silla gestatoria, etc.... ahora se desprendió de algo que tampoco es bueno que le siga pegado: el papa no es, por ser papa, un teólogo, ni mucho menos un gran teólogo, lección que a lo mejor -Dios lo permita- le hace cosquillas a algunos obispos.
Para teólogos están los teólogos, para exégetas, los exégetas, para comunicadores sociales los comunicadores sociales, y para pastores los pastores. Pedro está para ser ícono de la unidad de la iglesia, lo que incluye ser ícono visible del Dios que se acerca, en Jesucristo, a cada uno. En el lenguaje y modo que cada uno requiere. Ese es su modo de ser pastor y maestro.

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