martes, 7 de febrero de 2017

Silencio, de Scorsese

Estoy realmente impresionado por la belleza cinematográfica y por la profundidad de reflexión de "Silencio" de Scorsese. Reconozco que es un gran artista, pero normalmente no sintonizo mucho con los temas que trata. En su momento me costó mucho apreciar "La última tentación de Cristo"; recién luego de verla un par de veces la guardé en mi espíritu como una gran película de tema religioso. Pero podría decir -ya comparando con Silencio- que en aquella la profundidad religiosa la aportaba el libro de Kazantzakis, y Scorsese ponía el interés en el tema, y el oficio artístico. En Silencio está todo más unido y amalgamado: belleza cinematográfica y profunda reflexión religiosa, espíritu genuinamente cristiano que se nota que no proviene solo de la novela de Sushaku Endo -reconocido autor católico- sino también del propio Scorsese, que ha encontrado una respuesta cristiana para su vida, que por supuesto solo a él tocará seguir explorando.
Si tuviera que sintetizar en una frase del Evangelio esta obra, pondría "Mirarán al que traspasaron". Porque toda la película es eso: Cristo en el centro del mundo, mirado con gozo por los cristianos, celebrado y gustado por ellos, mirado con odio por el inquisidor, mirado con vergüenza por los tres apóstatas (Ferreira, Rodriges, Kichijiro). Al final Cristo triunfa: es el centro de todas las miradas, y distribuye perdón, incluso a aquellos a quienes sólo lo miran secretamente (Rodriges, Kichijiro).
Para todo creyente enamorado de su fe, Ferreira es un personaje horroroso... ¡pero tan eclesiástico! ¡la Iglesia está tan llena de Ferreiras!  de racionalistas de la fe, de gente que cree ser superior en su contacto con Dios, porque no confunde al Hijo de Dios con el brillo de la luna. Ya sabemos lo que Cristo reserva para ellos, lo dice tan claramente en los evangelios, que la apostasía que cuenta Ferreira la podíamos predecir todos.
La apostasía de Rodrigues, naturalmente, es más compleja (es el centro de la reflexión): Rodrigues y Garupe son los dos discípulos de Ferreira, pero también son discípulos de Cristo. Deberán elegir a qué maestro realmente siguen, y como el discípulo no es más que su maestro, uno termina mártir y el otro apóstata.
La voz de Cristo cuando él está por pisar: "¡Ven ahora! Todo está bien. Pisa sobre mí. Entiendo tu dolor. Nací­ en este Mundo para compartir el dolor de los hombres. Llevo la cruz por tu dolor. Tu vida está conmigo ahora. Pisa.". ¿Es la voz de Cristo? ¿es su imaginación/deseo?
Todo sería más fácil si fuera su deseo, pero Cristo no rompiera realmente su silencio. Todos podríamos acusarlo de apóstata y seguir yendo a nuestra vida cristiana sabiendo quién es el bueno, quién el malo. Pero realmente Cristo murió también por él, y en la cruz de Cristo, en la nota de deuda, está clavada también la apostasía, si quiere Rodrigues, y también la de Ferreira, si quiere, como está repetidamente la de Kichijiro, que una y otra vez vuelve a pedir perdón. Cristo no abandona a nadie, muere por todos. Unos se apropian de la alegría de la salvación hoy, otros quizás abrazando un crucifijo secretamente, al morir.
Parece que la película tuviera como tema central la apostasía, pero no, ese es un foco de la elipse, el otro está en la alegría de los cristianos: ¡son verdaderos cristianos! ¡por fin alguien que filma sin afectación a un cristiano! no poniendo cara de tonto, sino simplemente transparentando la alegría de un tiempo mesiánico en el que ya, por gracia, estamos viviendo. En ese sentido, es revelador el diálogo entre Rodrigues y Garupe y la pareja a la que le bautizan el niño (aprox. 25 minutos de la película):
(la pareja): -¿Ahora estamos con Dios en el paraíso?
Garupe: - ¿Paraí­so?
P:- Sí­, paraí­so.
G:- ¿Ahora?
P- Sí­.
G:-No... no. Pero Dios está ahí­ ahora y para siempre. Él prepara un lugar para todos, incluso ahora.
La pareja se mira confundida, y no es para menos: simplemente los padrecitos no tienen verdadera idea de la fe cristiana, tienen teología, y tendrán que adquirir la fe en el contacto con esos creyentes, como Garupe, o se enredarán en su teología solidaria, como Rodrigues.
¡Sí estamos en el paraíso por el bautismo! eso es la fe cristiana. El tiempo mesiánico se ha introducido en nuestro tiempo y lo ha implosionado. Es mucho más complicado decirlo que simplemente creerlo en la fe.
Me parece que la primer hora de película es un canto a la alegría cristiana por el paraíso adquirido en el bautismo, en medio de todo, persecuciones, silencios, incluso discusiones de parroquia ¡tan reales! como la que tienen en la cabaña para ver quién va a ir de voluntario al martirio.
En una crítica a la película del Obispo de Mons. Robert Barron dice "el establishment secular siempre prefiere a los cristianos vacilantes, inseguros, divididos y ansiosos por privatizar su religión. Y está demasiado dispuesto a desechar a las personas apasionadamente religiosas tildándolas de peligrosas, violentas, y seamos realistas, no tan brillantes." (la crítica entera aquí) La frase como tal es cierta, y se refiere, en su contexto, a personajes como Ferreira o Rodrigues, y a nuestra cultura; pero creo que Scorsese no ha pintado unos cristianos "no tan brillantes", más bien al contrario (yo no creo que Mons Barron haya querido decir eso, pero lamentablemente su párrafo fue interpretado así): ha pintado el valor de un cristianismo de base, apasionado, centrado en el evangelio, incluso en la ingenuidad del mensaje, y la solidaridad amorosa a la que necesariamente lleva (el "juego de las manos" en torno a la cruz a los 22 minutos es la verdad misma de la fe, filmada). Esa primera hora, la brillantez y lucidez de esos cristianos, no se pierde en absoluto cuando llega la oscuridad del otro centro de la trama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario